Hermanos
¡Saludos a todos! En el
quinto domingo de Pascua Jesús nos enseña una verdad importante: sin Él no
podemos hacer nada. ¡Alguna vez alguno de ustedes ha cosido con aguja sin
hilo? Aunque el hilo sea de oro no sirve para nada. Todo es en vano. Eso mismo
pasa en nuestras vidas. Aunque tengamos cosas, aunque tengamos salud y juventud
o bienes materiales. Todo eso es nada si no tenemos a Dios. ¿Qué tal si hoy
mismo tuviéramos que morir? ¿De qué nos serviría tener todas las cosas y los
esfuerzos realizados en nuestra vida si no tenemos a Dios en nuestras vidas?
Eso es lo importante: tener a Dios en nuestro corazón. Eso se logra con
una vida en gracia. La Gracia es la Vida Divina en el alma de un cristiano.
La vida en gracia es como
una semilla puesta en nuestra alma el día de nuestro bautismo. Esa gracia tiene
que crecer y madurar. Eso lo logramos cuando correspondemos a Dios. De ahí la
invitación del apóstol San Juan: “Hijos míos, no amemos de palabra y de
boca, sino de verdad y con obras”. Cuando hacemos la Voluntad de Dios,
la gracia de Dios crece en nosotros. Por ejemplo, si Dios nos pide perdonar
o pedir perdón y lo hacemos, entonces la gracia de Dios se fortalece en
nosotros y nos va transformando poco a poco. Si Dios nos pide sacrificios,
renuncias, generosidad, humildad y hacemos su Voluntad, entonces la gracia
seguirá aumentando en nosotros. Una persona que vive en gracia de Dios lo
tiene todo. Si muere irá al Cielo. Porque en este mundo ya estaba unido con
Dios.
Por el contrario, una
vida sin Dios es lo más triste que existe. Será una vida en angustia y
desesperación porque nada nos puede calmar la sed de infinito que hay en nuestro
corazón. Y así la vida se torna aburrida y agobiante. Lo peor será que al
morir vayamos al infierno para siempre. Esa es la verdadera y única desgracia.
Por eso, hoy
pidámosle al Señor su gracia. Vivamos en unión con Él. Y si tuviéramos la
des-gracia de perder “su gracia” vayamos a la confesión. Nuevamente
recuperemos la gracia en nuestra alma. Así luchemos hasta el final. Así alcanzaremos
la meta.
Pidamos a la Virgen
María, “la llena de gracia”, que nos haga ir y volver siempre hacia su
Hijo Jesús.
¡Bendecido Mes de Mayo
a todos!
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