¡Queridos hermanos y hermanas!
Quisiera que todos, sin excepción os
sintierais saludados cordialmente: desde el Cardenal de Huancayo. Mons. Pedro
Barreto, mis hermanos obispos, sacerdotes, religiosas, las diversas
autoridades, y demás fieles.
Quiero que sean palabras de
agradecimiento. En primer lugar agradecimiento a Dios, nuestro Padre común, por
haberme dado el regalo de haber vivido y gastado 35 años de mi vida en esta
querida tierra de Huancavelica; y haberme dado también la salud suficiente,
como para poder decir, que no he tenido ni una gripe, que me haya hecho guardar
cama.
Doy también gracias al Papa Francisco
y al Sr. Nuncio Nicola Giralosi, por haberme concedido tres años más de servicio,
como obispo ordinario en esta Diócesis.
Agradezco también la presencia de mis
hermanos obispos, que han querido acompañar a Mons. Carlos en su toma de
posesión en el gobierno pastoral de Huancavelica.
Así mismo quiero agradecer la
presencia de las diferentes autoridades: civiles, militares, judiciales, tanto
pasadas como presentes, por el buen entendimiento que he tenido con todas
ellas, y el apoyo que siempre nos han brindado, cuando lo hemos necesitado,
tanto en el arreglo de Iglesias Virreynales, como en la edificación de otras
nuevas, especialmente las de la provincia Tayacaja.
Cumpliría mal este deber de agradecer,
si me olvidara de las autoridades de salud, educación y otras instituciones,
como la Universidad Nacional, Poder Judicial por haberme invitado a dirigiros
mis palabras de obispo y contar conmigo en eventos propios de vuestras
instituciones, demostrando así el interés y valor que dais a la Doctrina de la
Iglesia en vuestras diferentes profesiones.
Quiero dar gracias también al Opus
Dei, porque sin él yo no hubiera venido a esta tierra y a esta misión. De él y
en él he aprendido, a servir a la Iglesia como la Iglesia necesita y desea ser
servida, como decía su fundador, san Josemaría: Cuando el difunto Mons.
Demetrio Molloy (que en paz descanse) fue buscando sacerdotes a España, que
quisieran venir a Huancavelica por unos años, comprendí que esas palabras de
servir a la Iglesia como desea y necesita ser servida, Dios me las decía a mí,
y que debía ser generoso y desprendido, como san Josemaría decía. En esos años
de pleno terrorismo nadie quería venir a Huancavelica de España, y de aquí
todos querían salir. A este respecto es oportuno aclarar posibles dudas, dada
la falta de información que mucha gente suele tener.
¡Querido Mons. Carlos! No tengas
miedo al Opus Dei, porque jamás se meterá para nada en el gobierno de la
Diócesis. No solo yo, todos los sacerdotes, sin excepción, te dirán lo mismo. A
mí, jamás me dio un solo consejo de lo que yo tenía que hacer, o de cómo lo
tenía que hacer. Los aciertos y errores, que yo haya tenido, son cosa
exclusivamente mía.
El mundo clerical y religioso (no
todos por supuesto) piensan que Huancavelica es una Diócesis del Opus Dei.
Carlos, como hermano y sucesor, quiero que conozcas la verdad, desde el primer
día: De los 50 sacerdotes que hay en la Diócesis, solo 10 pertenecen, no a la
prelatura del Opus Dei, sino a una asociación de sacerdotes diocesanos, que
tienen la misma espiritualidad de la Prelatura. Esa asociación se llama
Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, y es una de las tantas asociaciones
sacerdotales, como hay en la Iglesia y que está avalada por el concilio
Vaticano II. Para que te hagas una idea más exacta: hay sacerdotes en esta
Diócesis que fueron miembros de esa sociedad, y cuando han querido se han
salido de ella. Nunca se me ha ocurrido, ni quererlos menos, ni discriminarlos,
ni tratarlos de otro modo. Otro dato: hay varios sacerdotes que los verás
vestidos de sotana. Varios de ellos ni son del opus Dei, ni se les ha pasado
por la cabeza el serlo; y al revés otros varios van sin sotana y sí pertenecen
a esa sociedad sacerdotal.
Así que para que pises en terreno
firme, el Opus Dei, ni el Prelado de dicha Prelatura, ni ningún director te
dirá jamás lo que debes hacer, ni cómo hacerlo; ni tampoco te darán ninguna
subvención económica, porque nunca lo ha hecho, ni lo hará . Podrás
preguntárselo tú mismo a cualquiera y te dirán lo mismo.
¿Qué hace entonces el Opus Dei?
Dirigir y acompañar espiritualmente a los que libremente lo deseen, formarlos
en la doctrina delos Papas y de la Iglesia, ayudarlos a querer a la Iglesia, al
Papa y a los obispos, especialmente al de su Diócesis y a obedecerle. A
quererse y ayudarse entre sí. Tú mismo lo podrás comprobar.
Dicho esto yo quiero agradecer a
todos mis sacerdotes el respeto, confianza, obediencia y cariño que siempre me
han mostrado, y ellos saben que entre ellos siempre me he encontrado a gusto y
contento; saben que los encomiendo y que rezo por ellos cada día. Esto es lo
que el Opus Dei me ha enseñado, pedido y hasta exigido. Tú mismo vas a notar
que ya te respetan, te apoyan y te quieren; confía en ellos y confiarán en ti.
Después de esto quiero pedirte una
sola cosa: Cuida los Seminarios, los dos: el Menor y el Mayor, que son la niña
de nuestros ojos. Cuando el Obispo de mi Diócesis de España me dio el permiso
para venir, le puso a Mons. Molloy una condición: “Se va con Usted a poner en
marcha el Seminario; si no es así no le doy permiso, que aquí también hace
falta. Esa era mi misión, que he procurado cumplir.
Ambos seminarios han costado tanto
tiempo, esfuerzos y trabajo. Hemos puesto ilusión en ellos porque pensamos que
son los motores de todo trabajo pastoral.
En el Seminario Menor han recibido la
educación básica, humana y religiosa centenares de profesionales, ahora
repartidos por todo el suelo peruano, que días atrás de modo espontáneo han
reconocido y agradecido la educación recibida en los momentos difíciles del
terrorismo. En el Colegio Seminario acogimos a cientos de niños y adolescentes
que en las comunidades campesinas no encontraban ni educación humana ni cristiana,
ni ningún porvenir para el futuro. La mayoría de ellos son ahora profesionales
más responsables, que miran con orgullo y agradecimiento a la Iglesia, porque
del modo más desinteresado les educó y orientó.
Lo mismo te digo del Seminario Mayor.
De él han salido ya medio centenar de sacerdotes. Ellos mismos te podrán dar
testimonio, con emoción y orgullo, que en la construcción del Seminario
pusieron su trabajo en las tardes, después de las clases de la mañana, como un
obrero más. Por eso ahora aman al Seminario como a su segundo hogar. Los que,
porque no era su camino el sacerdocio lo dejaron, sembraron en sus familias y
en sus comunidades, el amor al Seminario y el reconocimiento del bien que un
Seminario Mayor hace, no solo en la Diócesis sino en la misma sociedad.
Por eso te pido Mons. Carlos que
cuides los seminarios. Nunca te arrepentirás de ello. De que ambos tengan una
vida sana, depende que la Diócesis tenga vida cristiana, en el presente y en el
futuro.
Agradecer a las diferentes
comunidades de Religiosas, unas ya desde hace 30 años, otras recientes. A todas
ellas mi más sincero agradecimiento. Son en total 10 diferentes comunidades. Te
puedo decir, querido Mons. Carlos que a casi todas ellas he dirigido retiros,
meditaciones, y confesiones. Gracias a Ustedes queridas religiosas, la Iglesia
tiene una presencia activa, en muchos ambientes. Cuídalas Mons. Carlos. Cuanto
más las cuides dedicándoles tiempo y cariño más te ayudarán y te querrán ellas.
Quiero concluir este rosario de
agradecimiento a Cáritas Diocesana, a la que siempre he apoyado y he estado
unido. La misma secretaria, te dirá cómo nos hemos entendido siempre.
En fin gracias a tantas personas, y
familias, con nombres y apellidos, que habéis estado cerca de mí, con vuestro
cariño, trabajo y desvelo.
Que santa María, Madre de todos los
hijos de la Iglesia, nos ayude a ser nosotros mismos, a ser diferentes unos de
otros, pero a ser hermanos. Esto es lo que hacen las buenas madres y ninguna
mejor que santa María, a la que pedimos nos proteja.
Gracias Padre por compartir esas sabias palabras de Monseñor Isidro
ResponderEliminarQue queden para la historia.
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